Despertarme con luz en la habitación, pintarme los ojos con rimmel, hablar en francés, el sol, el color de la piel en agosto, Jason Mraz los días que llueve, la buena comida, el vino blanco, hacer maletas, abrir el armario por las mañanas, los sitios nuevos, los días largos, las noches cortas, andar con tacones, reir, pensar en el futuro, olvidar personas, los cafés que empiezan a las 4 y acaban a las 8 (siempre con compañía), correr muy rápido, la música muy fuerte, bailar con los ojos cerrados, andar descalza, apuntar cosas en la agenda, escribir cartas para no mandarlas, hablar y hablar y hablar y hablar y hablar.
Cantar contigo en el coche, hacer el imbecil cuando suena nuestra canción, probarme tu ropa como cuando tenía 5 años, dormir juntas la siesta, que me cuentes cosas, que seas el único que consigue hacerme cambiar de opinión, tus historias interminables, ver cómo te has hecho tan mayor aunque a veces no lo parezca, subirte la persiana cuando te despiertas, comer sentadas sobre cojines, que preguntes dónde está la peque cuando llegas a casa, nuestras conversaciones en algún punto intermedio entre demasiado profundas e irreverentes, que me hables todos los días para recordarme que soy una desequilibrada, tu opinión de mí que es mejor que la que tengo de mi misma, tu y yo y verano y la playa y gritar que somos partidarias de los buenos momentos por culpa del tequila, una película con sushi, que te quedes a dormir en mi casa, que me mires muy fijamente, que sonrías al verme, el olor de esa colonia.
Esto es mi vida, todo lo demás solo sirve para completar el resto del tiempo.
Sólo tu podías escribir palabras tan bonitas que consigen removerme el estómago y sacarme unas lágrimas a la vez que una sonrisa... Y eso que solo me has dedicado unas pocas palabras. Desde hace tiempo me alegro de formar parte de tu vida, mi rubia.
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